18 de diciembre de 2018
Conferencia del director de Salvador Gutiérrez Ordóñez, catedrático de Lingüística General de la Universidad de León y académico de la RAE.
Eran los años 50 y el estructuralismo llegaba a España
• Presenta: Juan José García, profesor de Filología Latina y vicedecano de Ordenación Académica de la Universidad de Oviedo.
• 20.00 horas
• Aula Magna. Edificio Histórico de la Universidad de Oviedo.
/ Por Josefina Martínez /
Se dice que Emilio Alarcos Llorach fue el introductor del estructuralismo en España. Con ser tan importante esta labor divulgadora —téngase en cuenta que los grandes nombres del estructuralismo europeo y americano no empiezan a ser reconocidos entre los lingüistas hispánicos hasta la publicación de la Fonología y de la Gramática Estructural— “la afirmación sería superficial y engañosa” —como dice Coseriu— si a renglón seguido no se advirtiese que muy pronto y muy joven, era el año 1947, Alarcos reordenó con profunda y singular inteligencia las ideas lingüísticas que apuntaban en el horizonte europeo y liberándolas de adherencias dogmáticas, creó un estructuralismo propio de inmediata aplicación al estudio de nuestra lengua, un funcionalismo español. La lingüística española empezó a existir en el mundo con la integración de la perspectiva diacrónica en el estudio estructural, la presencia del factor semántico en la identificación de las unidades funcionales, y la incorporación de los textos literarios al análisis lingüístico. Un edificio nuevo y sólido para la gramática, para la dialectología, para la historia de la lengua y también para la Estilística.
Las obras decisivas marcan un hito referencial en la Historia de la Ciencia, y es evidente que en los estudios fonéticos hay un antes y un después de la aparición de Fonología Española en 1950, en palabras de Diego Catalán en Current Trents “la aparición de este escueto pero preciso manual, en un período de la historia de España en que la comunicación con el extranjero era difícil, fue transcendental para la lingüística española. Y también hay un antes y un después de la publicación de la Gramática Estructural en 1951; dela fundación en ese mismo año de la revista Archivum; y en fin La poesía de Blas de Otero, en 1955, marca un antes y un después en la Estilística española, en la Estilística, a secas.
Su producción científica fue enorme y determinante. Cientos de artículos esclarecedores y definitorios; libros fundamentales de referencia obligada para todos los estudiosos de la lengua española y no olvidemos la Gramática de la Lengua Española cuya redacción le encargó el entonces director de laRAE, Dámaso Alonso, publicada por la RAE y Espasa en 1994.
A su condición de sabio se une también la auctoritas, la ejemplaridad humana del maestro universitario que con liberalidad derrama su amplio y denso caudal de saberes entre sus discípulos, que se cuentan por millares, sin reserva de conocimiento alguno.
Alarcos fue maestro de muchas generaciones de filólogos. Algunos ya maestros, unos directos desde las aulas —como es el caso del que hoy vamos a tener el placer de escuchar, Salvador Gutiérrez Ordoñez— otros, a través de su obra.
Así nació, creció y se proyectó “La Escuela de Lingüística de Oviedo”, en palabras de Coseriu “la de mayor prestigio, no solo nacional, regida por el espíritu de Alarcos”, cuya semilla ha fructificado en espléndida floración; eslabones sucesivos de la cadena infinita que va desde los maestros y se proseguirá en los discípulos.
El profesor Salvador Gutiérrez Ordoñez es uno de los representantes más destacados de la escuela de Oviedo y uno de los discípulos directo y dilecto de Don Emilio, espejo de los frutos de su magisterio. Seguridad y fidelidad son virtudes que lo definen. Fidelidad y admiración al maestro que no excluyen en absoluto originalidad y brillantez en el discípulo: legítimo desarrollo personal del pensamiento alarquiano.
Salva, para todos los que le hemos visto desarrollar su brillante carrera profesional, se licenció en filología hispánica en las aulas universitarias vetustenses y por selección natural se quedó como profesor de filología española en nuestra facultad. Pronto ganó la cátedra de Lingüística General de la universidad de Zaragoza, y dos años después, la de la universidad de León donde acaba de jubilarse jubilosamente —así dispondrá del tiempo necesario para seguir con tantas tareas y proyectos que tiene entre manos—, porque Salva es un trabajador a tiempo completo, convicto y confeso.
Glosar los méritos que jalonan su currículum académico, que culmina ya en la más alta instancia —es miembro de número de la RAE desde febrero de 2008, Doctor honoris causa de la universidad de Salamanca— y enumerar la cosecha de libros, artículos de los últimos años, resultaría innecesario por redundante. Dejando aparte sus libros, desde la tesis dirigida por Alarcos, refundida en Lingüística y semántica, tan minuciosamente desarrollada, pasando por Temas, remas, focos, tópicos y comentarios, sin olvidar las ya famosas Variaciones sobre la atribución y los artículos densos y variados recogidos en dos volúmenes de 1998, etc., hasta hoy, de Salva podría decirse aquello de nulla dies sine línea.
Han transcurrido los años, muchos, desde que aquel aprendiz de filólogo iniciase su carrera académica en la facultad de filología con sede en la Plaza Feijóo. Y muchos libros, artículos, colaboraciones varias … Con constancia inasequible al desaliento ha impulsado múltiples publicaciones de su departamento, de la facultad, de León, frutos maduros de su inagotable capacidad de trabajo y en la actualidad desempeña graves responsabilidades en los quehaceres de la Docta Casa de Felipe IV, como son la Ortografía de la RAE, la dirección del departamento del español al día, el léxico jurídico y lo que esté por venir. Es un lingüista nato. Nadie mejor que él ni más autorizado para hablarnos del tema que reza en el título de su conferencia “Eran los años 50 y el estructuralismo llegaba a España”.