La inquietud que sembró en el joven Alarcos D. Alonso Zamora Vicente germinaría y ofrecería frutos copiosos cuando se instala en Asturias, una de las zonas lingüísticamente más fragmentadas de la Romania. Multiplica sus trabajos sobre léxico y toponimia, realiza estudios sobre rasgos fónicos y gramaticales característicos (metafonía, plurales en –es, etc.).
A la vez, inicia una ejemplar tarea de dirección de otros trabajos de investigación encaminada a continuar trabajos precedentes (Menéndez Pidal, Jesús Neira, Rodríguez Castellanos) con el fin de recomponer el complejo rompecabezas de las hablas de asturias. Fueron pioneras las tesis de M.T.C. García Álvarez (El habla de Bimenes) y de Josefina Martínez Álvarez (Bable y castellano en el concejo de Oviedo), modélica esta última por la renovación metodológica que supuso.
Cuando este amor por las variedades lingüísticas heredadas de los mayores se convierte en ciego apasionamiento, en fiebre de reconstrucción y de recreación de una llingua que no reconocen como propia ni los propios hablantes, cuando se convierte en paranoia social, Alarcos sale a la palestra para defender su opinión contraria a tales excesos (182, 187, 202 y 214). ¡Mal virus ese del ciego nacionalismo, que ni se cura con penicilina, ni con democracia, ni siquiera con razones! A causa de una postura ética, D. Emilio tuvo que soportar impertinencias, insultos, amenazas (incluso de muerte). Cuando ya traspasaba el umbral de la eternidad algunos «prohombres» de la «asturianía» brindaron.