Durante su estancia en las universidades de Berna y Basilea, le produjo una honda impresión la obra de un autor danés, prácticamente desconocido, hermenéutico por su novedad, por su terminología y, en muchos casos, por el carácter minoritario de su lengua. Era Louis Hjelmslev. Y esa fascinación le llevó a traducirla y resumirla en cuadernos de fina y pulcra letra desde el francés e incluso desde el danés.
La asimilación de esos nuevos principios del estructuralismo, y en concreto de las aportaciones de la glosemática, fue tan pronta como fuerte había sido su impresión. En 1949 aparece editado en el Boletín de la Biblioteca Menéndez y Pelayo un nuevo trabajo sobre el verbo, cuyo título ya transparenta la metodología que introduce: «Sobre la estructura del verbo español» (10). Es la primera vez que se presenta en nuestra lengua la nueva visión de la gramática. Se hace, eso sí, sin citar nombre esotéricos y con una sencillez franciscana, muy conveniente en un opositor con fama de «impío» que vislumbra en potencia propincua una cátedra de universidad. Dos años después, sale a la luz la Gramática Estructural (20). El libro lleva en paréntesis un subtitulo indicativo: (Según la escuela de Copenhague y con especial atención a la lengua española). Alarcos conseguía en un enorme esfuerzo de síntesis y claridad presentar ante el público hispano los principios de la glosemática, diseñados por el maestro danés a lo largo de la bibliografía que cita al inicio y condensados de una manera sistemática en Prolegómenos a una teoría del lenguaje.
La Gramática Estructural provocó, hecho comprensible en las fechas que se edita, reacción bien de estupor, bien de admiración en el ámbito de la filología hispánica. Cuando apenas se había oído hablar del Curso de lingüística general de Saussure, se presenta ante el auditorio las nociones y los principios básicos de una de las escuelas que más se aparta de la filología tradicional, que pretende convertir a la disciplina en una especie de álgebra lingüístico, que sigue un planteamiento deductivo sorprendente, que forja unas denominaciones totalmente novedosas. Nociones como expresión / contenido, sintagmática / paradigmática, cenemas / pleremas, función, interdependencia etc. resonaron bajo la bóveda hispánica. El libro se convirtió en referencia inevitable, castigo implacable para profesores y tortura de opositores.
La Gramática Estructural constituyó también un acontecimiento de enorme transcendencia. Las teorías de Hjelmslev, sin duda uno de los mejores lingüistas de este siglo, pasaban prácticamente desapercibidas. Su obra fundamental sólo había merecido la atención de Martinet, que había publicado una amplia reseña en 1945. El libro de Alarcos presentaba el valor añadido de constituir la primera aplicación de la glosemática a una lengua particular, algo que ni el propio autor danés había efectuado.
Aunque evolucionó hacia un funcionalismo más realista y menos algebraico, siempre conservó huellas múltiples y patentes en sus principios teóricos, en su terminología y en su forma de argumentar y operar. Alarcos que no era muy aficionado a las dedicatorias, cuando conoce el fallecimiento de Hjelmslev le dedica sus Estudios de gramática funcional del español (71).